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El abandono del progreso (posibilidades económicas para nuestros nietos) (página 2)




Enviado por Ricardo Lomoro



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Llegó Renzi y les convocó a una reforma constitucional con el compromiso de renunciar si salía un resultado contrario a sus intereses… ya sabemos cómo reaccionó el electorado italiano.

Los austríacos tuvieron que repetir elecciones, salvándose por muy poco de un gobierno de ultra derecha. Tan circunspectos, ordenados, previsibles, cultos, y mira tú…

Pronto se desvelará la duda electoral en Holanda (Wilders), Francia (Le Pen), Alemania (Petry),… la "sociedad abierta" no pasa por sus mejores momentos. Las "sociedades cerradas" están en ascenso. ¿Mérito de cuál? ¿Demérito de quién? ¿Se muere de éxito?

Cuando la gente corriente se queda sin trabajo, con precariedad laboral, con ingresos menguantes, con el salario del miedo, con el ascensor social "averiado", sin futuro para sus hijos, sin poder constituir una familia, teniendo que regresar a vivir con sus padres, utilizando la pensión de los abuelos para atender los gastos familiares… ¿a quién va a votar? A los mismos que lo llevaron a esa situación, o a cualquier "delirante" que les prometa algo diferente. Aunque sea por venganza (si no por instinto de supervivencia), votarán a alguien que está fuera del sistema… ¡Que se vayan todos! (¿recuerdan?).

En Grecia votaron a Tsipras (Syriza), que gobierna, en España a Iglesias (Podemos), que es tercera fuerza, con posibilidades de segunda… Son los primeros síntomas, las primeras reacciones… ¡Qué más da, peor no podemos estar! (¿recuerdan?).

Y todo eso, a pesar que la juventud está anestesiada "webeando" con Facebook, o cazando muñequitos del Pokemon Go, cuando no, hasta el culo de alcohol o drogas. Aunque muchos, ni trabajan, ni estudian, ni piensan (gracias, Zuckerberg), "despiertan".

¿Se perjudicará el trabajador norteamericano si Trump ("maestro de la estafa y aspirante a dictador" -sic) practica una política mercantilista? El tiempo lo dirá. Pienso que NO.

¿Fracasará su gabinete ("formado por incompetentes y generales retirados" -sic)? El tiempo lo dirá. En principio, pienso que es demasiado "oligárquico" (Washington S.A.), pero no necesariamente incompetente.

¿Porque Alemania sostenga "que cada palo aguante su vela", se puede temer la "desintegración" de la Unión Europea? Tal vez, los europeos del sur (los "pigs") tengamos que agradecer a Alemania que no nos haya facilitado ser más "manirrotos".

El problema de Europa no es principalmente un problema entre deudores y acreedores (que también), sino un problema de complejo de inferioridad (ante los EEUU), de liderazgo (Alemania tiene miedo histórico de asumir el papel que le corresponde), de envidias y egoísmos provincianos (Francia y antes Reino Unido), democrático (elección de los representantes), informativo (los ciudadanos no saben lo que se trata) y cultural (hacer homogéneo lo heterogéneo –cultura, historia, idioma,…-. ¿Imposible de resolver? NO. ¿Difícil de solventar? SI.

El riesgo europeo de caer bajo la órbita de Putin, solo se puede dar (cosa que dudo mucho), si la Unión Europea se desintegra (el peligro de "regresión" solo lo tendrían algunos países que antes formaban parte de la órbita soviética, en su caso).

Creo que, a pesar de los pesares, Rusia y Turquía, deberían formar parte de la UE en un futuro próximo. La forma de atemperar sus "autocracias", es hacer que sus líderes (ojalá ya no sean Putin y Erdogan), formen parte de la Unión "democrática" Europea.

¿Salvar la democracia liberal o mejorar la apuesta bajista? La verdad de la milanesa

"George Soros, magnate de fondos de cobertura, perdió casi US$ 1.000 millones como resultado de la racha alcista del mercado bursátil tras la sorpresiva elección de Donald Trump en EE.UU. Soros, que el año pasado volvió a realizar operaciones de corretaje para su fondo Soros Fund Management, apostó a una caída de la bolsa inmediatamente después del triunfo de Trump, según fuentes. Sin embargo, el Promedio Industrial Dow Jones ha trepado cerca de 9%"… (The Wall Street Journal – 13/1/17)

"Según WSJ, quien sí supo anticipar la reacción alcista del mercado fue un excolaborador de Soros, Stanley Druckenmiller, que, de acuerdo con las fuentes del rotativo estadounidense, habría obtenido importantes ganancias apostando por un mercado al alza. El diario recuerda que Druckenmiller ayudó a ganar a Soros alrededor de 1.000 millones de dólares en 1992 apostando contra la libra esterlina"… (Expansión – 13/1/17)

ANGUS DEATON

Premio Nobel de Economía 2015, es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Escuela Woodrow Wilson de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton

La globalización no es un monstruo

El nuevo año que comienza encuentra la globalización convertida en mala palabra. Para muchos, es sinónimo de una conspiración de las élites para enriquecerse a costa del resto. Según sus críticos, la globalización lleva a un aumento inexorable de la desigualdad de ingresos y riqueza: los ricos se enriquecen y los demás se quedan con nada. Un monstruo engendra al otro.

Esta idea tiene un núcleo de verdad, pero se equivoca más de lo que acierta. Y esas equivocaciones tienen consecuencias: la menor de ellas es la búsqueda del chivo expiatorio, la más preocupante es la aplicación de políticas erradas que probablemente empeoren los problemas (que son reales).

Lo primero que debemos comprender al pensar en la globalización es que esta benefició a una cantidad inmensa de personas que no forman parte de la élite global. A pesar del incesante crecimiento poblacional, la cantidad de personas pobres en todo el mundo se redujo más de mil millones en los últimos treinta años. Los beneficiarios incluyen a expobres en (entre otros países) la India, China, Vietnam, Tailandia, Malasia, Corea del Sur y México. En los países ricos, se benefician todos los grupos de ingresos, porque la globalización abarata los bienes (teléfonos inteligentes, ropa, juguetes, etc.). Las políticas que buscan revertir la globalización sólo provocarán una pérdida de ingresos reales al encarecer los bienes.

En países como Estados Unidos, el llamado a poner freno a la globalización refleja la creencia de que generó traslado de empleos hacia lugares como México o China. Pero la mayor amenaza a los empleos tradicionales no son los trabajadores de estos países, sino los robots. Por eso la producción fabril estadounidense sigue creciendo aunque el nivel de empleo del sector disminuye.

De modo que deberíamos concentrarnos en cómo manejar el cambio tecnológico veloz para que beneficie a todos; una tarea ardua, pero no imposible, para la que aranceles y guerras comerciales no serán de ninguna ayuda.

Es verdad que la globalización impulsó un aumento de la desigualdad de ingresos. Pero es mayormente digno de aplauso, no de condena. Que la desigualdad sea mala depende de cómo se produce y de qué provoca. No hay nada inherentemente malo en la desigualdad.

En la India y China, la globalización trajo consigo mayor desigualdad de ingresos, porque creó oportunidades nuevas (en el sector fabril, de servicios y de desarrollo de software) que beneficiaron a millones de personas. Pero no a todos. El progreso funciona así; tal vez preferiríamos que todos prosperen a la par, pero eso casi nunca sucede. Lamentar este tipo de desigualdad es lamentar el progreso mismo.

También en los países ricos, una parte del aumento de la desigualdad es reflejo de mejores oportunidades derivadas de la apertura a un mercado internacional. Los poseedores de talento e innovaciones excepcionales ahora tienen todo el mundo para enriquecerse. ¿Qué delito hay en ganar dinero compartiendo el talento propio con otras personas o creando cosas nuevas que benefician a todos?

Por supuesto, la desigualdad tiene su lado oscuro. Los ricos tienen influencia política desproporcionada, y a menudo pueden cambiar las reglas en beneficio propio, de sus empresas o de sus amigos. En Estados Unidos, este problema no afecta tanto a las elecciones presidenciales, que siguen siendo abiertas, sino (y mucho) al Congreso, donde nuestros "representantes" están tan limitados por la necesidad de obtener fondos que difícilmente sean electos o conserven el cargo sin apoyo de intereses adinerados.

Esto no quiere decir que los legisladores sean corruptos, sino que, como señaló Lawrence Lessig, de la Escuela de Derecho de Harvard, la institución es corrupta e incapaz de representar a la gente desprovista de la influencia que da el dinero. Pero eso no implica que la mejor solución sea reducir la desigualdad, sino que hay que cambiar la forma de financiación de la política. Que los ricos compren yates, creen fundaciones o se hagan filántropos, pero que no compren el gobierno: eso no debería estar a la venta.

Conducta "rentista"

Más en general, el verdadero monstruo es la desigualdad derivada de la conducta "rentista" (enriquecerse con el sudor ajeno sin contribuir nada de valor a la economía). Algunos ejemplos clásicos son los banqueros que presionan al gobierno para debilitar regulaciones y después, cuando los bancos quiebran, dejan a los contribuyentes un costoso desastre que arreglar. Los programas de rescate derivados de sus errores supusieron la entrega de sumas asombrosas de dinero público a personas que ya eran fabulosamente ricas.

Por ejemplo, en Estados Unidos, la Asociación Federal Nacional Hipotecaria y la Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios (enormes agencias financieras con respaldo del gobierno) usaron su influencia política para que el Congreso no pudiera regularlas, mientras seguían pagando dividendos a sus accionistas privados y alimentando la crisis inmobiliaria. Asimismo, los grupos de presión del sector agrícola obtienen miles de millones de dólares en subsidios cada año; las empresas farmacéuticas tienen más incentivos para presionar al gobierno en busca de aumentos de precios o extensiones de patente sobre productos ya existentes que para desarrollar fármacos nuevos; los magnates inmobiliarios hacen cambiar el código impositivo para pagar menos.

Estas conductas producen incluso menos que nada, porque frenan el crecimiento económico. Si la forma más fácil de hacerse rico es el robo legalizado ¿para qué molestarse en innovar y crear?

Arlie Russell Hochschild, de la Universidad de California en Berkeley, ha escrito sobre la rabia que sienten ciertos grupos de personas ante el avance de otros. Esta rabia no tiene justificación cuando, por ejemplo, es la reacción de estadounidenses blancos acostumbrados al privilegio racial que ahora tienen que adaptarse a un mundo más igualitario; pero sí la tiene cuando apunta a un gobierno que enriquece a grupos de intereses especiales a costa de todos. En una economía con poco o nulo crecimiento, donde lo que gana uno sólo puede salir de lo que pierde el otro, semejante robo legalizado es inaceptable.

El crecimiento depende de la globalización y de la desigualdad legítima. No podemos ignorar a los que sufren, pero tenemos que asegurar que nuestros "remedios" no sean peores que la enfermedad. El verdadero monstruo son los rentistas que han llegado a tener tanto control del gobierno. La desigualdad que ellos forjaron es la que debe ser eliminada.

© Project Syndicate 2016

Mi respuesta a Angus Deaton

Globalización económica – El imperio de la mediocridad

Contestar a un Premio Nobel exige cierto respeto y bastante fundamento, aunque después de ver los últimos premiados (Obama, Santos, Dylan…) empiezo a perder lo primero y a necesitar menos de los segundo.

Los cambios motivados por la tecnología en robótica, informática y biotecnología; la internacionalización de las finanzas; la expansión de las comunicaciones; y la emergencia multinacional de las corporaciones son las fuerzas o vectores principales que impulsaron la globalización económica.

Estas fuerzas orientaron el pasaje de la sociedad industrial a la sociedad de la información; el poderoso avance de las telecomunicaciones; la desmasificación de la producción en serie; la disminución de la escala de operaciones; el desmantelamiento de las organizaciones burocráticas; la creciente especialización del trabajo; la intangibilidad del valor de las empresas; el conocimiento como recurso crucial de la economía; la integración de sistemas; la aceleración del ritmo de las operaciones y transacciones; la mundialización de las finanzas y del capital; la globalización de los mercados y estrategias empresarias; la homogeneización de las formas de vida y de los modelos de consumo; el cambio en los costes o disponibilidad de los insumos; y la implantación de la competitividad como principal regla de juego.

¿Cuándo comenzó el proceso de liberación de las corrientes de intercambio?

El Grupo Lisboa, señala los últimos cincuenta años, como período dominante; Ravi Batra, indica el año 1973, como el punto clave de inflexión para los Estados Unidos.

¿Por qué algo que tiene entre un cuarto y medio siglo de evolución recién en los últimos 15 años se exacerbó y en los últimos 10 años se volvió tan extremo?

La victoria del capitalismo se logra en tres frentes, opina Michael Albert, y en un intervalo histórico reducido. Los gobiernos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos; la confrontación "galáctica" con el comunismo; y la guerra contra Irak sirven para "liquidar" tres importantes "limitantes" al libre mercado y alcance global del capitalismo. La lucha contra el intervencionismo estatal, la muerte del comunismo soviético por descomposición interna y la lección terminal dada a los dictadores -mesiánicos- de los pueblos subdesarrollados, dejo las "manos libres" al capitalismo y a la globalización competitiva.

El mundo como mercado, un stock de tecnología disponible y un capital ansioso de maximizar las ganancias, fueron el objetivo y los recursos necesarios y suficientes para iniciar el asalto global.

Al internacionalizarse los mercados, empieza una batalla de "todos contra todos"

Al desaparecer las fronteras (barreras) comerciales, la competitividad alcanza a todos los factores. Y comienzan a registrarse algunos efectos (¿deseados? o ¿no deseados?) en la ocupación, en los salarios, en el medio ambiente, en los sectores industriales, en el estado del bienestar, que van derivando en definitivos problemas económicos, ecológicos y éticos, de gran magnitud, con alta peligrosidad, y, no solamente -aún- irresueltos, sino en franca progresión

Era de esperar, que un "comercio sin normas", llevara a una "competencia despiadada y sin final", que conduce a una pérdida constante de puestos de trabajo, a una concentración creciente de empresas multinacionales, a una pérdida de poder de los gobiernos nacionales y a un aumento de la desigualdad.

En muchos casos, la competencia no sólo significa la pérdida de puestos de trabajo sino también la pérdida de fuentes de trabajo. En su caso la tecnificación sustituye a la mano de obra y en el otro elimina -directamente- por cierre, la posibilidad de todo tipo de ocupación.

¿Cuáles son las causales de semejante acumulación de problemas? ¿Hechos naturales?, ¿leyes irreversibles?, ¿enemigos ocultos?, ¿castigo divino?, ¿síntomas de decadencia del sistema?

Algunos autores y estudiosos diagnostican: "la liberación del comercio" (Ravi Batra); "el comercio sin normas" (Tim Lang y Colin Hines); "el modelo global" (Hans-Peter Martin y Harald Schumann); "los mercados libres" (Lester Thurow); "el dualismo económico" (Michael Albert); "la competitividad" (Robert B. Reich); "el poder de la tecnología" (Paul Kennedy); "la globalización" (Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon); "la mundialización" (Viviane Forrester); "la eliminación del trabajo humano en el proceso productivo" (Jeremy Rifkin); "la declinación de la confianza" (Francis Fukuyama); "un vasto movimiento de despolitización y de privatización" (C. Castoriadis); "la deflación competitiva" (Benjamin Coriat y Dominique Taddei); "el capitalismo salvaje" (Naum Minsburg); "la economía financiera" (Scavo); "la internacionalización de la vida económica" (Robert Heilbroner); "el comercio internacional" (Charles Hampden-Turner y Alfons Tronpenaards); "el fracaso del mercado" (Albert O. Hirschman); "un sistema de laissez-faire" (Bruce Ackerman); "la era de la competencia" (Grupo Lisboa); "la nueva era imperial" (Jean-Marie Guehenno); "la globalización y la privatización" (Alain Touraine); "el conflicto de olas" (Alvin y Heidi Toffler); "la cultura de la satisfacción" (John Kenneth Galbraith); "la economía simbólica" (Peter Drucker); "la muerte de la sociedad industrial" (Taichi Sakaiya).

¿Y cuáles son los riesgos, qué es lo que puede ocurrir si todo sigue igual? ¿Qué siente el hombre común frente a todo esto?

Aquí también los estudiosos opinan:

"En 1993, cuando la depresión silenciosa ya lleva su segunda década de vigencia resulta evidente para muchos que el gran sueño americano es ahora sólo eso: un sueño" (Ravi Batra).

"Un elemento clave de la visión social preconizada por los defensores del libre comercio es el consumidor en sustitución del ciudadano" (Tim Lang y Colin Hines).

"La idea de "un mercado libre" al margen de las leyes y decisiones políticas que el mismo genera, es pura fantasía" (Robert B: Reich).

"La mayor prueba a que se verá sometida la sociedad humana en el siglo XXI consistirá en el modo de utilizar "el poder de la tecnología" para satisfacer las demandas planteadas por "el poder de la población"" (Paul Kennedy).

"La inseguridad es hoy la palabra clave". "Asalariados, funcionarios, jubilados: todos a la vez expresan temor a un mañana incierto". "El desarrollo de una desocupación masiva es el vector evidente y primordial de la sensación de inseguridad y vulnerabilidad que tetaniza a la sociedad". (Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon).

"Estamos ante una elección. A partir de ahora tenemos la facultad de decidir… ¡a la carta! si preferimos la desocupación a la pobreza o esta a aquella". "Pero que nadie tenga la menor duda: ¡tendremos las dos cosas!" (Viviane Forrester).

"No es la pobreza, sino el miedo a ella, el que pone en peligro a la democracia". "Los perdedores tienen un voto, y lo utilizarán. No hay razón para estar tranquilos: el terremoto social seguirá al político" (Hans-Peter Martin y Harald Schumann).

"Al igual que ocurrió en la década de los años 20, nos hallamos peligrosamente cerca de una nueva gran depresión" (Jeremy Rifkin).

"¿Qué tan lejos puede llegar la desigualdad antes de que el sistema se derrumbe?" (Lester Thurow).

"Hay un gran problema: La deslocalización de la mano de obra. Las personas que obtienen los nuevos empleos no son las mismas que perdieron los viejos. Los nuevos empleos no están en las fábricas, empresas e industrias, donde estaban los antiguos. De tal modo, la transición amenaza la seguridad del empleo" (Peter Drucker e Isao Nakauchi).

"Vamos hacia una estructura de oligopolio cerrado a nivel global. ¡Pobres consumidores! Estamos presenciando la agonía y muerte de la competencia en los mercados más vitales de la humanidad. Y no es sólo eso: también estamos presenciando la supresión masiva de empleos" (Luis de Sebastián).

"Vivimos la sociedad de los lobbies y de los hobbies". "El problema que se plantea es el de saber en qué medida las sociedades occidentales siguen siendo capaces de fabricar el tipo de individuo necesario para la continuidad de su funcionamiento" (C. Castoriadis).

"La aplicación de las diversas variantes del capitalismo "salvaje" ha conducido a una situación dramática. En el escenario internacional, así como también en el interior de cada país, desarrollado o en vías de desarrollo, se puede constatar la existencia de una tendencia a la dualización de la sociedad que se agudiza constantemente" (Naum Minsburg).

"La relativa pobreza de la clase trabajadora, la miseria física del "ejército de reserva" y la rápida disminución de los salarios junto con el súbito aumento del desempleo que se produce en la crisis, todo ello suministra una reserva creciente de potencial revolucionario" (Anthony Giddens).

"Cuanto más creador es el capitalismo de riqueza a corto plazo, mayor es el riesgo de convertirse en destructor de valores de largo plazo, si no está lo bastante acotado por los poderes públicos, y si no tiene la competencia de otros valores sociales que no sean los monetarios" (Michael Albert).

"La resignación resume la visión que el pasado lejano tenía sobre el futuro; la esperanza, la que tuvo el ayer; y la aprensión es el talante dominante hoy" (Robert Heilbroner).

"¿Puede la competencia gobernar el planeta? ¿Es la competencia el mejor instrumento para enfrentarse a escala mundial a los cada vez más grandes problemas medioambientales, demográficos, económicos y sociales? El mercado no puede calibrar el futuro porque es corto de vista por naturaleza. La dinámica de la competitividad, como ideología rectora de las relaciones sociales y políticas conduce a la catástrofe porque es incapaz de resolver los problemas comunes de un mundo al que crecientemente podemos percibir como una nave común en la que estamos todos embarcados" (Grupo Lisboa).

"Entre el estado– providencia que pretende hacerlo todo -y lo hace mal- y los ultraliberales persuadidos de que el estado no puede hacer nada bien, ¿no hay sitio para un camino intermedio, que redistribuya las responsabilidades a diferentes niveles, en función de la naturaleza de los problemas a tratar?" (Jean Marie Guehenno).

"El mercado destruye los antiguos sistemas de control social de la economía o los obliga a transformarse profundamente. Una conmoción de este tipo no exige la formación de movimientos sociales sino, más bien, de movimientos históricos, que opongan el pueblo a las elites, quienes sufren los cambios a quienes los dirigen" (Alain Touraine).

"La teoría del conflicto de olas, sostiene que el más grave con el que nos enfrentamos no es entre el islam y occidente o el de "todos los demás contra occidente", según señaló recientemente Samuel Huntington. Ni está en decadencia Estados Unidos, como declara Paul Kennedy, ni nos hallamos ante el "final de la historia" conforme a la expresión de Francis Fukuyama. El cambio económico y estratégico más profundo de todos es la próxima división del mundo en tres civilizaciones distintas, diferentes y comercialmente enfrentadas a las que no cabe situar según las definiciones convencionales. Tres civilizaciones tajantemente separadas, en contraste y competencia: la primera simbolizada por la azada, la segunda por la cadena de montaje y la tercera por el ordenador" (Alvin y Heidi Toffler).

"Actualmente y en el futuro, los conflictos sociales y políticos no serán entre el capital y el trabajo, sino entre los bien situados y los relativa o específicamente pobres. Es posible que dichos conflictos no sean pacíficos. La participación política es un disolvente de las tensiones, y, cuando no se dispone de dicha participación, la única alternativa es la violencia… Una amenaza más clara a la (era de la) satisfacción procede de aquéllos a los que se deja afuera del bienestar: la subclase de los barrios pobres urbanos en los que ha sido ampliamente confinada. La posibilidad de una rebelión de la subclase profundamente inquietante para la satisfacción, existe y se refuerza. (¡El Motín Urbano!)" (John Kenneth Galbraith).

"La obsesión por la competitividad no es sólo equivocada, sino peligrosa, sesgando las políticas nacionales y amenazando el sistema económico internacional" (Paul Krugman).

"Si buscamos el momento histórico que más se asemeje al nuestro, inevitablemente señalamos esa hora oscura en que la civilización materialista y el espíritu científico y racional del mundo antiguo sufrió un descalabro que allanó el camino de la civilización medieval" (Taichi Sakaiya).

"La historia vuelve a ser ese túnel en que el hombre se lanza, a ciegas, sin saber a dónde lo conducirán sus acciones, incierto de su destino, desposeído de la ilusoria seguridad de una ciencia que dé cuenta de sus actos pasados. Privado de Dios, el individuo democrático, ve tambalearse sobre sus bases, en este fin de siglo, a la diosa historia: esta es una zozobra que tendrá que conjurar" (Francois Furet).

"En épocas turbulentas, en tiempos de grandes cambios, las personas optan por uno de los dos extremos: el fundamentalismo o la experiencia espiritual o personal" (John Naisbitt y Patricia Aburdene).

"En los albores del siglo XXI los estadounidenses afirman que el sueño de prosperidad y seguridad se ha convertido en un sueño imposible de alcanzar. Del american dream al american downsizing" (Mercedes Odina y Gabriel Halevi).

"En el plano financiero hemos asistido a un formidable crecimiento de la internacionalización… que ha llevado a hablar de una verdadera "financierización" de la economía… con riesgos reales de formación de una "economía de casino", centrado en el corto plazo y la especulación en detrimento de la industria y el largo plazo" (Benjamin Coriat y Dominique Taddei).

"El compromiso es un camino de ida y vuelta, y los empresarios que esperan obtener lealtad, flexibilidad y cooperación de sus trabajadores, sin darles nada a cambio, ya sea en forma de seguridad, beneficios o capacitación son, lisa y llanamente, explotadores" (Francis Fukuyama).

Ante esta situación de irracionalidad, frente a un estado de desesperanza, nos planteamos algunos interrogantes que servirán para el análisis y propuesta a desarrollar:

¿Por qué las empresas impulsan la globalización? ¿Por qué los países o bloques aceptan la globalización? ¿Por qué los trabajadores y consumidores aceptan la globalización? ¿Adónde nos lleva esta situación? ¿Quiénes ganan? ¿Quiénes pierden? ¿Cuáles son los costos? ¿Será posible que la globalización globalice las crisis? ¿Es cierto que el libre comercio beneficia a todos los países? ¿Por qué se debe flexibilizar "sólo" el mercado de trabajo? ¿Quién se beneficia con el aumento de la productividad? ¿Estamos llegando a la paradoja de un capitalismo sin consumidores? ¿El paro se tornará endémico? ¿Puede Europa competir? ¿Puede el capitalismo morir de éxito? ¿Estamos ante el fin de la historia o ante el fin del futuro? ¿Puede la economía de casino seguir especulando ante el peligro del estallido social?

Resulta poco menos que increíble, ante este panorama de capitalismo asesino, que buena parte de los que tienen algo que decir o hacer -políticos, intelectuales, académicos, gobernantes y hasta empresarios- disimulen, finjan, mientan a sabiendas, en una actitud cínica, que cuanto menos podríamos llamar cómplice, frente a la economía del miedo imperante.

Así y todo, la duración de los aplausos se apagará en una generación. Estos "sopistas" que denostan el "estado de bienestar" recurrirán a los gobiernos -como lo han hecho tantas veces como han necesitado- para que les resuelvan las consecuencias -como siempre, imprevistas, no deseadas- del próximo crack bursátil, inestabilidad, pánico o huida financiera, hija de sus especulaciones, de sus volatilidades y de sus frivolidades culposas.

¿Cómo podemos, sin mentir, no enterrar la esperanza?

Ante la irracionalidad, la mediocridad, la corrupción, el desprecio; conviviendo con el miedo, la incertidumbre, la desigualdad, la insolidaridad, el déficit de porvenir, la desilusión, debemos hacer frente a este holocausto laboral, a esta globalización de la miseria.

Mientras la mano invisible -del mercado- tira de la horca, el fundamentalismo económico nos condena al analfabetismo democrático.

Están dadas todas las condiciones para que entremos al nuevo siglo caminando hacia atrás en el futuro. Este cambio indigerible del atletismo económico quiere dar por bueno al trabajador de usar y… tirar.

La miopía capitalista ha puesto al hombre contra el mercado. La óptica del "ganador se lleva todo" puede llevar a la "rebelión de los esclavos" en busca de una nueva fe.

De la economía del miedo, hemos pasado al salario del miedo, como escala previa a la globalización de la miseria.

En esta guerra sin frente, que impone un mercado de trabajo brutal, ¿puede Europa competir?, ¿debe Europa competir?

¿Cuál será el voto de los perdedores? ¿Cuánto se demorará la rebelión de los trabajadores ante el espiral descendente de la globalización? ¿Se podrá detener el sida económico? ¿Tendrá remedio la bacteria asesina del empleo? ¿Estamos todos atrapados en la red? ¿Iremos todos juntos a la quiebra?…

Hasta aquí, parte de lo escrito en el Ensayo publicado en octubre del año 1998: "Globalización económica – El imperio de la mediocridad", y las "citas" se transcriben para dar mayor "fundamento" al debate (con el debido respeto).

De lo dicho, han pasado casi 20 años (entre lecturas, redacción, publicación… y "vuelta a la casilla de salida"). Veamos en una breve visita a la hemeroteca si el tiempo ha dado o quitado razón. Pasemos de las musas al teatro: la única verdad es la realidad. O sea.

"Para la gran mayoría de los trabajadores en EEUU la última ha sido una "década perdida" durante la que sus remuneraciones han estado estancadas, según un estudio distribuido hoy por el Instituto de Política Económica. "Década perdida" para trabajadores de EEUU por estancamiento salarial (El Confidencial – 21/8/13)

El grupo de estudio, con sede en Washington y conocido por su sigla en inglés EPI, afirma que los sueldos y salarios se han atascado en todas las categorías laborales y para la mayoría de los principales grupos demográficos, incluidos los trabajadores con diploma universitario.

"Una década de sueldos estancados es prueba de que el sistema económico actual no beneficia a los trabajadores", sostuvo el presidente de EPI, Lawrence Mishel, quien dirigió el análisis junto con la economista Heidi Shierholz.

La mayoría de los trabajadores en EEUU no han experimentado un avance de los sueldos reales (ajustados por inflación) sea cual sea su ocupación, grupo racial o étnico, o su nivel educativo.

Según la Oficina de Estadísticas Económicas, del Departamento de Comercio, las ganancias de las empresas después del pago de impuestos han subido de alrededor del 4,5 % del producto interior bruto (PIB) de EEUU en 2000, a más del 11 % del PIB de 2012.

Los analistas compararon datos de una década, incluidos los ciclos de reactivación y crisis económicas hasta el segundo trimestre de 2013.

Durante la Gran Recesión y sus postrimerías, esto es, entre diciembre de 2007 y el año 2012, los sueldos y salarios reales bajaron para el 70 por ciento de la población con menos ingresos, en tanto que la productividad creció un 7,7 por ciento.

Ese débil crecimiento de las remuneraciones de los trabajadores data incluso de antes de la Gran Recesión, según los autores.

Entre 2000 y 2009 el trabajador medio tuvo un crecimiento de sus remuneraciones de apenas el 2,6 % en tanto que su productividad subió un 16 por ciento, según el informe.

La debilidad del crecimiento de sueldos y salarios entre 2000 y 2007, combinada con las pérdidas para la mayoría de los trabajadores entre 2007 y 2012, resultan en que los sueldos y salarios estuvieron estancados o bajaron para el 60 por ciento de los empleados, a pesar de que la productividad creció en casi un 25 por ciento durante este período.

"Esta década perdida para los sueldos sigue a décadas de crecimiento salarial inadecuado", afirmaron los autores. "Con la excepción de un crecimiento fuerte de los sueldos al final de la década de 1990, todo el período desde 1979 ha tenido un débil aumento de los sueldos reales para la mayoría de los trabajadores".

"Necesitamos un conjunto diferente de políticas económicas que conduzcan a buenos empleos y mejores salarios", dijo Shierholz. "Los sueldos deberían subir tal como aumenta la productividad del trabajador pero, para la mayoría de los trabajadores, esto claramente no es lo que ocurre", añadió.

"La clase media estadounidense durante mucho tiempo ha sido la más rica del mundo, sin embargo ha perdido esa distinción. Mientras que los estadounidenses más ricos continúan superando a muchos de sus pares a lo largo del planeta, un análisis del New York Times pone de manifiesto que entre la clase media y los más pudientes, los ciudadanos de otros países avanzados han recibido aumentos considerablemente mayores en las últimas tres décadas"… La clase media de EEUU deja de ser la más rica del mundo: el fin del sueño americano (El Economista – 22/4/14)

Los ingresos después de impuestos de la clase media en Canadá ahora son más altos que en Estados Unidos. Los pobres en gran parte de Europa ganan más que los estadounidenses pobres.

Estas cifras, basadas en encuestas realizadas en los últimos 35 años, ofrecen algunas de las más detalladas comparaciones públicas sobre los diferentes grupos de ingresos en diferentes países a lo largo del tiempo. Estos sugieren que la mayoría de las familias estadounidenses están pagando un alto precio por la creciente desigualdad entre los ingresos.

Aunque el crecimiento económico Estados Unidos sigue siendo tan fuerte como en muchos otros países, o más fuerte, sólo un pequeño porcentaje de los hogares estadounidenses se beneficia plenamente de él.

El problema es más visible aún entre los pobres estadounidenses. Una familia en el percentil más bajo de la distribución de ingresos en este país gana significativamente menos dinero que una familia similar en Canadá, Suecia, Noruega, Finlandia o en los Países Bajos. Hace 35 años, la dinámica era totalmente opuesta.

Pero hay más que eso…

La economía estadounidense se expandió 25% desde 1998. Pero los ingresos del 60% de los estadounidenses han declinado 3,8% en ese período. Los más golpeados son los trabajadores industriales blancos, que han retrocedido 10%.

La quiebra del "sueño americano" la revelan estos datos: el alza de los ingresos del 1% de arriba ha sido 3,4% por año desde 1973 (5,4% para el 0,1% del pico de la pirámide). El 90% restante ha visto mejorados sus ingresos con una tasa de 0,3% por año.

La relación entre el 1% de arriba y el piso de la sociedad norteamericana era un múltiplo de 26 hace 45 años y ahora ha trepado a 300.

Pero hay más que eso…

"Los hombres nipones obtienen hoy en día entre la mitad y dos terceras partes del salario real que lograban sus compatriotas en los 80. En una sociedad patriarcal donde el hombre ha de encargarse de mantener a su familia, eso supone un reto más difícil de asumir para los nipones"… (El Confidencial – 10/1/17)

Pero hay más que eso…

Como ha desvelado la ONG inglesa Centrepoint a "Independent", cada vez son más los jóvenes que, a pesar de tener trabajo, se encuentran en una situación cercana a la exclusión. ¿Por qué? Por culpa de los conocidos como contratos de cero horas, el principal estandarte de la flexibilización laboral inglesa. Estos se pagan por horas y obligan al trabajador a estar disponible, así como a mantener una relación de exclusividad con la empresa que le contrata, pero esta no está obligada a proporcionar un sueldo mínimo o a garantizar un mínimo de jornadas trabajadas a sus empleados. Esto provoca que no puedan saber ni cuándo ni cuánto van a trabajar.

Esta fórmula de contratación, pensada en principio para universitarios que quieren costearse sus estudios o como acceso inicial al mercado laboral, ha terminado siendo aplicada por multitud de compañías para rebajar costes. A día de hoy, alrededor de un millón de ingleses están empleados bajo esta fórmula.

Muchos jóvenes se encuentran atrapados en un círculo vicioso de desempleo y trabajo por horas mal pagados que les obliga a no poder salir de la indigencia, a pesar de estar haciendo lo que la sociedad les ha dicho que es correcto. "Han hecho lo que se supone que deben hacer, y no están recibiendo nada a cambio".

"Están desesperados por conseguir experiencia para mejorar sus expectativas a largo plazo". "Se les empuja desde su oficina del paro para que acepten estos contratos sin horas. Pero si eso es lo máximo a lo que pueden aspirar, va a ser más difícil para ellos escapar de la mendicidad a largo plazo".

Dado que la figura del contrato sin horas es exclusiva de países como Reino Unido (Nueva Zelanda la prohibió el pasado marzo), podríamos pensar que no corremos riesgo de contagio. Sin embargo, hace apenas dos semanas que un "paper" publicado por la OCDE señaló que España tiene uno de los mercados laborales más degradados del mundo desarrollado. En septiembre del pasado año, menos de la mitad de los afiliados al régimen general (un 48%) contaban con un contrato indefinido a jornada completa.

Esto tiene un efecto aún más dañino entre los jóvenes. Según señalaba un informe realizado por el Consejo de la Juventud, uno de cada cuatro jóvenes con trabajo (el 24,5) vive en riesgo de pobreza y exclusión social debido a la precarización de sus empleos. Al igual que ocurre en Reino Unido, esto tiene consecuencias claras en la posibilidad de los más jóvenes de emanciparse. El pasado año, la cifra de jóvenes que abandonó su hogar ha sido la más baja desde 2004, con 19,7%, un 4,84% menos que en 2015.

La conclusión parece clara: a pesar del espejismo de la recuperación, la realidad es que los empleados creados son de peor calidad y mucho más inestables.

Pero hay más que eso…

Se puede estar cayendo en la tentación de eliminar el desempleo creando una nueva precariedad: la de los empleados pobres.

"El país que dirige Angela Merkel ha sido siempre la musa para sus vecinos del sur, especialmente en lo que a cifras del paro se refiere -con una tasa del 5,4% frente al 26,8% de España-. Hay discrepancias según las fuentes consultadas, pero aproximadamente siete millones de alemanes, uno de cada cuatro trabajadores, tiene un contrato de bajo salario, los famosos minijobs (miniempleos). Para algunos, un mecanismo de entrada al mercado laboral y una fórmula para flexibilizar el empleo; para otros, un instrumento que fomenta el trabajo precario y de baja calidad. Vayamos por partes"… Alemania, la mentira de los minijobs (Público.es – 13/8/13)

¿Qué son los "minijobs"?

Se trata de trabajos con un salario máximo de 450 euros mensuales y con un límite de horas (al menos formalmente) de 15 horas semanales (el 1 de enero de 2013 se aprobó la subida de 400 a 450 €). Lo habitual es que la hora se pague entre 5 y 7 euros pero, como en Alemania no hay salario mínimo interprofesional, depende del acuerdo al que lleguen las partes. Cuenta, además, con una tributación ventajosa. El empresario paga el 2% a Hacienda y el 28% a la Seguridad Social (el 15% al seguro de pensiones y el 13% al de enfermedad), por lo que la aportación total asciende al 30% (135 euros por un salario de 450 euros, 585 euros en total). El trabajador está exento del pago de impuestos, pero puede hacer una aportación voluntaria del 4,5% de sus ingresos que se suma al seguro de pensiones.

Existe otra modalidad, los llamados midijobs, con cotizaciones a la Seguridad Social más reducidas que el empleo ordinario y con un salario que oscila entre los 401 y los 850 euros (aumento en 50 € también aprobado el 1 de enero de 2013). Las personas bajo este régimen laboral tienen derecho a vacaciones pagadas, bajas por maternidad y a los plazos del despido.

Pero, ¿de dónde viene esta modalidad de contratación? Para llegar al origen de este modelo económico tenemos que remontarnos a la década de los 90 cuando, tras la reunificación, entra con fuerza en el mercado laboral alemán la jornada reducida: cualquier empleado que no superase las 15 horas semanales o los 50 días anuales y que ganara menos de 630 marcos. En abril de 1999, con la introducción de la moneda única, se elevó el límite salarial a 325 euros. Finalmente, en 2003, el Gobierno socialdemócrata de Gerhard Schröder "parió" los minijobs para reducir la tasa de paro y aflorar la economía sumergida heredada de la crisis económica tras la reunificación.

En principio, los miniempleos están diseñados como fórmula para entrar al mercado laboral, son empleos a tiempo muy parcial, no están pensados para prolongarse en el tiempo. Aunque en algunos casos, como en los estados del sur del país, es un recurso demasiado habitual, y en esas zonas ha contribuido a aumentar las desigualdades salariales. De hecho, según datos de la oficina de empleo, el número de minijobs creció tres veces más rápido que el resto de empleos entre los años 2005 y 2010.

En su mayoría son trabajos de baja cualificación: empleadas del hogar, camareros, cuidadores de niños y ancianos, repartidores, dependientes, etc. Los colectivos que más se acogen a esta fórmula son jóvenes, mujeres que buscan conciliar trabajo y familia y parados de larga duración. No se idearon para que la gente tenga que sobrevivir con uno de estos trabajos, sino para combinarlo con los estudios o con una pensión.

El problema es que muchas veces la gente que acaba trabajando en los minijobs no encaja con ese perfil, lo toman como un trabajo "normal" y entonces tienen un empleo y un salario precario, sin cotizar. Y es en esos casos cuando estas situaciones se enquistan. Según la Fundación Bertelsmann, Alemania tiene una de las tasas de transformación de empleo precario en empleo de calidad más bajas de la Unión Europea (UE). Por el contrario, desde la mutua de pensiones KBS defienden que una de cada tres personas que tiene un minijob consigue un trabajo regular cuando concluye la relación laboral. Sin embargo, las cifras de sub-empleados no paran de crecer.

Atrapados en la precariedad

Los sindicatos alemanes sostienen que se ha convertido en una trampa, sobre todo para las mujeres, que perpetúan su dependencia de las transferencias estatales y los ingresos de los cónyuges. Más de 4,5 millones de estos empleados precarios son mujeres, de las que más de tres millones carecen de otra fuente de ingresos.

Si lo que se busca es alterar las cifras de desempleo, cumplen con su finalidad. Pero la finalidad del trabajo es dar acceso a una serie de bienes y servicios de la sociedad, y esa función no la cumplen. El modelo alemán de minijobs está consagrando una casta de personas empobrecidas, encapsula a la población y produce una segregación por edad y por sexo.

Y en esa segregación por edad la alarma ha saltado también entre los jubilados. Según el diario alemán Süddeutsche Zeitung, cerca de 800.000 pensionistas alemanes, 120.000 de ellos mayores de 75 años, tienen un minijob. Para algunos expertos, una gran parte de estas personas cuenta con una alta cualificación y continúa trabajando para mantenerse activos, no por necesidades económicas. Pero desde el organismo social VdK aseguran que la mayoría de esos mayores de 75 años en activo "no son precisamente profesores universitarios que quieren trabajar más tiempo. Se trata más bien de jubilados que reparten periódicos, llenan estanterías de supermercados y practican otros oficios poco atractivos para mejorar sus pensiones".

Una bomba de relojería

La extensión de la precariedad y el salario bajo suponen una bomba de relojería contra el sistema de pensiones. Según un informe del Ministerio de Trabajo alemán, las cotizaciones al seguro de pensiones público de los empleados de los minijobs solo les darán derecho a 3,11 euros de pensión al mes por cada año trabajado. Pongamos el ejemplo de una mujer que a los 30 años decide ser madre y comienza a trabajar a tiempo parcial para obtener ingresos extras. La edad de jubilación en Alemania son 67 años. Si esa mujer solo tuviera esa fuente de ingresos a lo largo de su vida laboral, tras 37 años cotizando a la Seguridad Social tendría derecho a una pensión mensual de 115,07 euros.

Por eso, se calcula que millones de trabajadores alemanes, en su mayoría mujeres, podrían caer en la pobreza cuando se jubilen, un colectivo que en Alemania ya denominan "viejos pobres de solemnidad": todos aquellos que tendrán una jubilación por debajo de los 680 euros, la pensión mínima en el país, y que plantean un enorme desafío a la Seguridad Social. Desde los sindicatos alemanes llevan años reclamando la implantación de un salario mínimo, ya que aseguran que los empleos precarios son la vía directa hacia la pobreza de los ancianos.

La respuesta de Angela Merkel ha sido el anuncio de planes para subvencionar directamente las pensiones más bajas a partir de 2013 y la ministra de Trabajo, Ursula von der Leyen, ha hablado de poner en marcha un sistema de pensiones paralelo al ya existente para hacer frente a las necesidades de los que hoy son subempleados y mañana serán ancianos pobres.

Las voces críticas son cada vez más numerosas desde dentro de la propia Alemania. El Ministerio Federal de Asuntos de Familia dio a conocer un informe a principios de 2011 en el que aseguraba que los minijobs no cumplen la función de puente hacia el empleo a jornada completa e indefinida. El informe destaca que el salto hacia un trabajo regular es "sumamente difícil". Igualmente, un informe de la Fundación Bertelsmann asegura que los empresarios no recurren a este instrumento para afrontar una mayor demanda de trabajo de forma flexible, sino que integran los miniempleos en la plantilla, con riesgo de mantener este contrato precario de forma indefinida.

En muchos las empresas usan los contratos de 400 euros para mantener a personas a tiempo completo: pagan las horas extras en negro y evitan abonar la Seguridad Social y el resto de cotizaciones obligatorias en los contratos regulares. Y todo esto no es un problema solo de Alemania, incide en el resto de Europa. El milagro alemán tiene que ver con el control de los salarios. Se pagan sueldos bajos y el país incrementa su productividad, pero eso hace que el resto de países tengan que recortar los salarios para poder ser competitivos.

Pero hay más que eso…

"Rising inequality, an unfair political system, and a government that spoke for the people while acting for the elites after the 2008 financial crisis created ideal conditions for a candidate like Donald Trump. American leaders who have mismanaged the process of globalization have only themselves to blame for the coming era…

In the first three years of the so-called recovery after the 2008 financial crisis, 91% of the gains went to the top 1% of earners. While Wall Street banks were bailed out with billions of dollars in taxpayer money, homeowners received only a pittance. US President Barack Obama saved not only the banks, but also the bankers, shareholders, and bondholders. His economic-policy team of Wall Street insiders broke the rules of capitalism to save the elite, confirming millions of Americans" suspicion that the system is, as Trump would say, "rigged""… The Age of Trump (Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate – 10/1/17)

La revuelta de los perdedores

Lo más relevante de este largo proceso de decadencia, es la revuelta de los perdedores. Que las expectativas queden defraudadas (que la vida traiga algo muy distinto y bastante peor a lo que se esperaba) es una de las causas más frecuentes de los enfrentamientos sociales. Entre las clases medias y en las bajas es algo que ya se está viviendo, y que resulta inseparable de los cambios políticos, desde Trump hasta el Brexit, que está viviendo Occidente. Y cuando esta tendencia alcance de lleno a las élites, la confluencia de tanto malestar tendrá consecuencias violentas.

TONY BLAIR

Primer Ministro del Reino Unido entre los años 1997 y 2007

– Cómo podemos salvar al centro político

No hay duda sobre el oleaje de descontento y rabia que azota a la política occidental. El Reino Unido votó a favor de abandonar la Unión Europea después de cuatro décadas de afiliación, poniendo en peligro todas las conexiones políticas y comerciales complejamente entrelazadas y creadas durante una relación de tan larga duración

Contra todos los pronósticos de los expertos políticos, Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos, algo que la clase política pensaba que era prácticamente inconcebible. A lo largo y ancho de Europa, surgen nuevos partidos políticos, todos ellos fundamentados en variaciones del mismo argumento: la clase política tradicional, el llamado "establishment", nos ha ignorado, y los vamos a echar como protesta por ello.

Una de las características definitorias de este levantamiento es que el impulso para el cambio ha ganado más preponderancia que cualquier otra consideración sobre lo que el cambio podría significar en los hechos. Las cosas dichas por los líderes que se montan sobre esta ola pueden estar extremadamente desalineadas con las reglas normales de la conducta política; sin embargo, nada de eso tiene importancia. Lo que importa es que la revuelta está sucediendo, y quienquiera que logre subirse sobre la ola tendrá un inicio privilegiado desde una posición elevada.

Por el contrario, los políticos que esgrimen argumentos razonados de tipo convencional logran meramente irritar a los votantes rebeldes, provocando que dichos argumentos sean desdeñados impetuosamente, y hasta lleguen a ser despreciados y ridiculizados.

Hay grandes pilas de análisis sobre los factores subyacentes a la oleada populista: el estancamiento de los ingresos de la clase obrera y la clase media; la marginación que sienten las personas que apenas consiguen sostenerse financieramente, la perturbación de las comunidades como resultado del cambio económico; y, la resistencia frente a las fuerzas aparentemente implacables de la globalización: el comercio y la inmigración.

Las redes sociales son una parte importante de esta ola. Permiten que los movimientos crezcan rápidamente en escala, contribuyen a la fragmentación de los medios de comunicación y crean un nuevo mundo de información en el que las reglas de objetividad no se aplican y donde toda teoría de conspiración puede causar una estampida y ahuyentar a la verdad de los hechos y a la verificación de la verdad de los hechos quedando los hechos indefensos cuando se los considera como obstáculos en el camino por el que avanzan dichas teorías de conspiración.

En un país como Gran Bretaña, hace aproximadamente 20 años, cuando yo por primera vez impugnaba los resultados de las elecciones en mi calidad de líder, el principal noticiero nocturno de la BBC tenían una audiencia de aproximadamente diez millones de personas; hoy, la cifra alcanza sólo a algo más de 2,5 millones. Lo que en ese momento era un coloquio único ahora son varios coloquios a menudo coloquios entre personas que comparten los mismos puntos de vista.

Este cambio en el método de recibir información y debatirla es un fenómeno revolucionario por cuenta propia. Los medios de comunicación tradicionales, que podrían reafirmar su papel como proveedores de noticias confiables, han decidido que es más fácil y más comercialmente factible reforzar la lealtad del público cuando no se desafían las creencias de dicho público.

Por supuesto, algunas personas tienen una sensación de poder al ser irrespetuosas con la forma habitual y acordada de hacer las cosas y sacudir el orden establecido. Pero no deberíamos engañarnos. Sacudir el sistema puede producir el cambio necesario; pero, también puede producir consecuencias que no son ni intencionadas ni benignas.

Estamos entrando en un período político muy peligroso en el ámbito de la política. Una encuesta reciente mostró que una minoría significativa de ciudadanos franceses ya no está convencida de que la democracia sea el sistema correcto para Francia. El apoyo a un modelo autoritario de liderazgo está aumentando por todas partes.

Contexto novedoso

El populismo no es algo nuevo. El cambio económico no es algo nuevo. La ansiedad sobre la inmigración no es una novedad. La explotación de la insatisfacción de las personas tampoco es novedosa.

Sin embargo, el contexto sí es nuevo, y la incapacidad del centro político es decir del conjunto de partidos, políticas e ideologías intermedias o ubicadas en centro del espectro político para responder eficazmente también es nueva.

La verdad es que las fuerzas de centro-izquierda y las de centro-derecha se han vuelto complacientes y se han desvinculado de sus bases. Nosotros (digo "nosotros" intencionalmente, porque me identifico completamente con una visión centrista y pragmática de la política) nos hemos convertido en gestores pasivos del status quo, en lugar de ser catalizadores del cambio.

En Europa, la UE se esfuerza por restablecer el crecimiento económico e intenta llevar a cabo reformas dentro de un contexto de austeridad que a menudo es feroz. En Estados Unidos, está claro que los trabajadores blancos en el medio-oeste, en el denominado "Cinturón de Oxido", se sintieron olvidados y relegados.

La inmigración está cambiando a las comunidades, y aunque hay pocas dudas de que en al fin de cuentas y con el transcurso del tiempo, la energía fresca y el vigor de los inmigrantes son de beneficio para un país, el impacto inmediato puede ser perturbador y preocupante. Tampoco hay duda sobre que, de manera general, más comercio genera más empleos, y las políticas proteccionistas aportan menos. Sin embargo, a corto plazo, los empleos calificados mejor pagados a menudo desaparecen. Asimismo, se debe mencionar que la tecnología va a intensifica dichos cambios.

Agregue a esta mezcla los hechos y las secuelas de la crisis financiera del año 2008 y el extremismo que, desde el año 2001, ha dominado las preocupaciones relativas a la seguridad y ha impulsado las inquietudes concernientes a la inmigración, y se puede afirmar que la turbulencia de nuestra situación política actual no es para nada sorprendente. Por el contrario, parece ser que esta situación es inevitable.

Soluciones radicales y sensatas

Por lo tanto, la izquierda se torna anti-empresarial, la derecha se torna anti-inmigrante, y el centro fluctúa inquietamente entre el apaciguamiento y la alarma.

Esta nunca fue la manera como el centro ganó elecciones en el pasado. El centro particularmente el centro progresista gana cuando toma la iniciativa, cuando lidera el debate, cuando las soluciones que está proponiendo son radicales y sensatas a la vez. Sólo un centro fuerte y revitalizado puede derrotar a la oleada populista.

Esta es la necesidad urgente de hoy en día. No sirve de nada denigrar la ira de los votantes. El centro debe responder políticamente. Debe responder desde el ámbito de la política macroeconómica y desde aquel dedicado a la transformación del sector público (incluyendo los sectores dedicados a la educación y la atención de la salud a través de la tecnología); y, debe responder a través de políticas de seguridad e inmigración que abordan las preocupaciones de las personas y simultáneamente protegen nuestros valores, el centro debe redescubrir la agenda política que es dueña del futuro, porque el futuro se fundamenta en respuestas, no en la ira.

Si el centro hace esto, volverá a atraer a los votantes que piensan de manera razonable quienes se han unido a la revuelta por su frustración al verse ignorados. Eso es suficiente: los márgenes porcentuales de las derrotas, tanto en el referéndum Brexit del Reino Unido como en la victoria de Trump, no muestran triunfos electorales aplastantes.

Las personas tienen mucho que perder a consecuencia del caos y la inestabilidad, y su inclinación natural es evitar cualquier cosa que acerque dicho caos e inestabilidad. Sin embargo, las personas necesitan saber que están siendo escuchadas. Es en ese momento que podemos dar un giro a nuestra situación política actual, con dirección hacia un futuro mejor y más esperanzador.

© Project Syndicate 2016

Mi respuesta a Tony Blair

– Hay que devolver la confianza en el porvenir

Por esos "caminos de Dios", escribo este Apartado el 9 de enero de 2017, día en que ha muerto Zygmunt Bauman (91 años), padre de la "modernidad líquida". El intelectual polaco exiliado de su país en 1968 tras ser expulsado del Partido Comunista Polaco, se afincó en Reino Unido y fue profesor en la Universidad de Leeds.

La obra de Bauman -galardonado con el European Amalfi Prize for Sociology and Social Science (1992) y el Theodor W. Adorno (1998)- se popularizó hace dos décadas gracias a sus teorías "líquidas" sobre las derivas de la posmodernidad y la quiebra del porvenir.

Tal vez, algunas de sus enseñanzas (y como homenaje) puedan "iluminar" esta nota.

"La clase media y los proletarios forman parte ya de una clase conjunta, el precariado, gente que no está segura de su futuro. Las leyes del mercado implican que tu compañía pueda ser devorada por otra y tú te vayas a la calle, perdiendo de pronto todo lo ganado en una vida. Nadie se siente seguro hoy. Nadie confía en el porvenir", sostiene Bauman.

Las nuevas generaciones "son las primeras desde 1950 que no inician su trayectoria a partir de lo logrado por sus padres, sino que están preocupadas tratando de alcanzar y recrear las condiciones bajo las que han vivido. No miran al futuro, están replegadas y a la defensiva, y ese es un cambio muy poderoso", añade el pensador polaco.

"Hacer pedazos el velo, comprender la vida… ¿Qué significa esto? Nosotros, humanos, preferiríamos habitar un mundo ordenado, limpio y transparente donde el bien y el mal, la belleza y la fealdad, la verdad y la mentira estén nítidamente separados entre sí y donde jamás se entremezclen, para poder estar seguros de cómo son las cosas, hacia dónde ir y cómo proceder. Soñamos con un mundo donde las valoraciones puedan hacerse y las decisiones puedan tomarse sin la ardua tarea de intentar comprender. De este sueño nuestro nacen las ideologías, esos densos velos que hacen que miremos sin llegar a ver".

En su libro, "¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?" (Paidos), Bauman refuta esas tesis populares según las cuales vivimos en un mundo mejor porque hay más riqueza global. "Podemos valorar cómo está el mundo haciendo una media, pero el ser humano medio no existe, es una ficción estadística. Una investigación muy iluminadora, realizada por Richard Wilkinson y Kate Pickett (editada por Turner en España con el título "Desigualdad"), muestra cómo la calidad de vida de una sociedad no se mide a través del ingreso medio, sino mediante el grado de desigualdad en los ingresos. El alcoholismo, la violencia, la criminalidad y demás patologías sociales aumentan cuando lo hacen las desigualdades aunque la riqueza global se incremente".

No nos encontramos en un buen momento, asegura el sociólogo, porque estamos de repliegue, regresando a cotas de desequilibrio que creíamos haber abandonado para siempre. Bauman señala que en los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial las políticas estatales intentaron que aumentase la riqueza total, pero también que su distribución alcanzase al mayor número de gente posible, de modo que cada vez más personas pudieran incorporarse a una situación de bienestar. Sin embargo, a partir de los 70, esa tendencia cambió de sentido, acelerándose ahora de modo preocupante. Bauman recurre a palabras del Papa Francisco para señalar cómo esas diferencias en los ingresos se han hecho demasiado evidentes: "las ganancias de una minoría están creciendo exponencialmente, lo que provoca que también crezca la brecha que separa a la gran mayoría de la prosperidad que disfrutan esos pocos felices".

Las consecuencias sociales de esa separación son notables. En primera instancia, porque construyen una perspectiva vital radicalmente distinta. Según el autor de "La posmodernidad y sus descontentos", en las sociedades de mediados de siglo XX existía una clase media que miraba confiada hacia el futuro, en el cual se veía viviendo mejor, y un menguante proletariado integrado por personas que vivían muy cerca o por debajo de la línea de pobreza. Pero hoy "esa distinción se está borrando".

En segundo lugar, porque una brecha de tal magnitud provoca que la sociedad pierda toda cohesión. El autor de "Trabajo, consumismo y nuevos pobres" señala que los buenos indicadores macroeconómicos eran celebrados "porque antes pensábamos que la riqueza que se generaba arriba iría filtrándose hacia abajo y acabaría beneficiando al conjunto. Pero los nuevos millonarios han construido una barricada respecto del resto de la población. Se han encerrado en el castillo y han levantado los puentes levadizos".

Esa actitud implica también la ruptura del pacto no escrito según el cual los privilegios conllevaban también obligaciones. Ese deber moral que los más favorecidos tenían respecto de las personas que convivían con ellos se concretó en una serie de acciones políticas y empresariales que Bauman ejemplifica en el instante en que Henry Ford, a principios del siglo XX, "dobló el salario a sus trabajadores argumentando con humor que quería tener empleados que pudieran comprar los coches que fabricaba. Al hacer eso, consiguió que fueran fieles a su empresa, pero al mismo tiempo estableció una relación de dependencia mutua. Ahora esa relación ha sido cancelada de forma unilateral".

Ese sentido de la responsabilidad se pierde porque las nuevas élites se han desvinculado de los territorios en los que residen. "Carecen de sentimiento de pertenencia, por lo que no tienen ningún lazo con la que gente que les rodea. Les basta con un portátil para trasladar toda su fortuna a otro país más complaciente…". La separación de este deber moral hace las sociedades mucho más inhóspitas, ya que los lazos sociales se rompen inevitablemente cuando el objetivo pasa a ser la mera supervivencia. "Hemos entrado en un mundo sin piedad en el que tienes que demostrar a tu jefe que eres irremplazable, y donde tu principal objetivo es que no te echen cuando llegue la siguiente ronda de recortes". En ese contexto, también las posibilidades de resistencia se debilitan, "porque cuando rebelarte sólo conlleva que te despidan y hacer huelga sólo provoca que los dueños cierren la empresa y se la lleven a un país en el que los sueldos son muy bajos, es más que probable que nadie se movilice".

Esta situación de manos atadas que vivimos en lo laboral es una característica que define plenamente a nuestras sociedades, en las que el gran problema ha pasado de ser "qué podemos hacer" a "quién va a hacerlo". Según Bauman, nos metemos con los políticos diciendo que son corruptos, que no tienen corazón o que sólo se preocupan de su propia agenda, pero aunque fueran honestos y sabios seguirían teniendo que enfrentarse a lo que Gregory Bateson llamó doble vínculo, un mandato en el que deben realizarse dos órdenes contradictorias al mismo tiempo. Por una parte, "los políticos saben que tienen que someterse a la reelección, y por tanto deben escuchar a la gente y prometerles aquello que les piden, pero por otro tienen que lidiar con ese estrato que Manuel Castells llamó espacio de los flujos, donde habitan desde el capital financiero hasta las mafias, y que resiste muy fácilmente a los poderes locales. Si no hacen lo que quieren, se marchan a otro sitio más hospitalario. Si los políticos siguen el deseo de sus votantes, serán reelegidos, pero no podrán llevar a cabo lo que prometieron; si se someten a lo que se les pide desde este poder transnacional, serán alabados, pero no reelegidos. Tienen que reconciliar lo irreconciliable".

Según Bauman, hace treinta años, los gobiernos nacionales tenían en sus manos los resortes necesarios para activar las políticas que decidían. Hoy sin embargo, "vivimos un divorcio entre el poder y la política. Ésta se mantiene local, igual que en siglo XX, mientras que el poder real, el que se reside en los flujos, es extraterritorial. Los estados fueron creados para que las naciones controlaran sus propios destinos, pero ahora no están preparados para manejar la nueva situación".

Estamos ante "el fin de la era del compromiso mutuo", la era en la que el espacio público es asaltado por los espacios privatizados y la inevitable corrosión, agonía y desintegración del concepto de ciudadanía.

La riqueza global puede aumentar, pero si también lo hacen las patologías sociales, la sociedad estará encallada en la injusticia. Las ganancias de una minoría crecen, mientras el resto de la sociedad gana en pobreza.

Bauman abogaba por una clase media segura, que miraba con confianza el futuro, tal y como ocurrió a mediados del siglo XX. Pero todo cambió tras la crisis financiera, nadie confía ya en el porvenir, porque nadie se siente seguro ya.

Después de tres décadas de "orgía consumista" la brecha entre vencedores y derrotados no ha cesado de crecer y el poder se ha emancipado de las reglas y el control estatal.

Los gobiernos han perdido el control de sus países. El divorcio entre poder y política ha provocado que las naciones ya no sean capaces de decidir sus propios destinos. Los políticos son meros "chambelanes" del poder económico. Por connivencia, corrupción, desdén, fatuidad, arrogancia, complicidad, dependencia, los (supuestamente) líderes políticos adulan a sus electores hasta que les votan y los vituperan en cuanto ganan.

Tal vez, el Señor Blair (y como él, otros muchos políticos de "plastilina") deberían reflexionar sobre sus mentiras al electorado (la tercera vía, las armas de destrucción masiva de Irak, los escándalos de corrupción de algunos miembros del gobierno, las donaciones anónimas ilegales al Partido Laborista, los sobornos multimillonarios de BAE Systems a miembros de la familia real de Arabia Saudí, el dinero recibido de multimillonarios a cambio de concederles el título de Lord, las facturas infladas pasadas por los diputados para recuperar gastos de viajes o residencia, la filtración de información interesada y la intoxicación periodística…), luego pedir perdón (palabra desconocida en el "politiquez") y, por fin, con espíritu de enmienda, dedicarse a gestionar los recursos del estado en beneficio de los contribuyentes. Así, tal vez, no solo se podría salvar el centro político, sino la cordura, la ética y la estética.

Los ciudadanos (normales) no piden demasiado, no son como los "amos del universo" (unos avaros insaciables). Que le devuelvan la "significancia", el respeto por sí mismo, la confianza en el futuro, un trabajo estable, un salario digno, posibilidades de educación para sus hijos, acceso a la vivienda, sistema de salud, retiro jubilatorio y… poco más.

Ir al bar con los amigos a la salida del trabajo, un rato de tele por la noche con la mujer y los niños, alguna salida de fin de semana, una vivienda en alquiler o con una larga hipoteca, un utilitario con menos de diez años, algunos ahorros en el banco (difícilmente más que el equivalente a dos meses de salario), unos días de vacaciones al año y… vuelta al trabajo. No saben más, no ambicionan más, no sueñan con más.

En general se casarán (cada vez más difícil) con alguna vecina del barrio, seguirán viviendo en las cercanías, sus hijos irán a la misma escuela que ellos, al mismo club, al mismo cine… y medirán su éxito en la vida por las posibilidades de superar los ingresos de sus padres. No saben más, no ambicionan más, no sueñan con más.

Todo esto es lo que se ha roto. Han averiado el ascensor social. Han destruido el proyecto de futuro de millones de ciudadanos. Han roto las ilusiones de tres generaciones (abuelos, padres e hijos). Y si nadie lo remedia, también de los nietos.

JIM O'NEILL

Ex presidente de Goldman Sachs Asset Management y ex Secretario Comercial del Tesoro británico. Profesor Honorario de Economía de la Universidad de Manchester

– El rumbo de los emergentes en 2017

Los observadores ocasionales podrían pensar que 2016 fue un año decepcionante para los llamados mercados emergentes. De hecho, en algunos de estos países ha habido los mejores rendimientos de inversión del año, mientras que esos índices han sido más bien mediocres en los mercados de algunos países desarrollados. Si un residente del Reino Unido con obligaciones en Brasil hubiera convertido todos sus reales brasileños en libras esterlinas a comienzos de año, habría perdido casi el 50% de su inversión.

De hecho, Brasil no es el único mercado emergente cuyos mercados se comportaron mejor que lo esperado en 2016. Pero es fácil de perder de vista cuando, a más 15 años de que yo acuñara el acrónimo BRIC (Brasil, Rusia, India y China), la gente sigue metiendo una amplia variedad de países en una sola categoría de "mercados emergentes" que acaba confundiendo más que iluminando.

Se trata de un enfoque con poco sentido: no hay nada de "emergente" en Corea del Sur, cuyo PIB per cápita de acerca al de los países menos ricos de la eurozona, o en China, donde la compañía estadounidense más icónica (Apple) vende más productos que en Estados Unidos mismo. Probablemente la mayoría de los inversionistas exitosos ya lo veían así desde hace algún tiempo, pero en el año próximo otros deberían tomar nota.

En la actualidad, la proyección predominante para 2017 en los mercados emergentes señala que, bajo el próximo gobierno del Presidente electo Donald Trump, Estados Unidos ampliará sus políticas de estímulo fiscal y la Reserva Federal restringirá la política monetaria. A su vez, esto fortalecerá el dólar, lo que podría crear problemas generalizados en los mercados emergentes.

Pero hay cuatro razones para cuestionar esta visión. Para comenzar, si bien los mercados se han comportado bien tras la elección de Trump, los inversionistas deberían recelar de los consensos aparentes. Nadie puede predecir con certeza la forma que tendrá la economía de Trump. Su victoria fue inesperada, por lo que gran parte del sólido comportamiento que hemos visto desde el día de las elecciones refleja los ajustes de quienes estaban muy posicionados para el resultado opuesto.

Ahora los inversionistas tienen más confianza en que la Fed elevará las tasas de interés en diciembre, por lo que quienes llevaban una estrategia de "carry-trade" (tomar préstamos en dólares para comprar monedas que pagan mayores tasas de interés) han tenido que reducir sus posiciones. Ahora los inversionistas están posicionados para esperar que los mercados emergentes les decepcionen. Bien pudiera ser que las noticias inesperadas sobre las políticas económicas de Trump acaben produciendo una sorpresa positiva.

La evolución del dólar

Segundo, si bien finalmente puede que llegue a su fin el alza de décadas de duración en los bonos de gobierno, no es nada de obvio que el dólar siga fuerte de manera indefinida, incluso si se aprecia frente a otras monedas en los años venideros. Durante mucho tiempo he creído que el dólar tiene una tendencia natural a apreciarse, pero ha habido numerosas ocasiones en que las autoridades estadounidenses le impidieron seguir fortaleciéndose o incluso lo debilitaron deliberadamente.

Si Trump desea recuperar la industria pesada en Estados Unidos, no le convendrá un dólar que se aprecia con rapidez. No hay duda de que muchos economistas han predicho que la política económica de Trump se parecerá a la de Reagan, que tuvo una evidente aversión a la intervención en el mercado. Pero el idealismo del laissez-faire de Ronald Reagan pronto tuvo que enfrentarse a la realidad, y en 1985 aceptó llegar al Acuerdo del Plaza, que regó un dólar depreciado sobre los mercados financieros globales.

Una tercera consideración para 2017 es que la expansión fiscal en Estados Unidos podría beneficiar a los países exportadores de productos básicos o commodities, al fortalecer el crecimiento cíclico y global. Si aumentan los precios de las commodities, como lo han hecho en las últimas semanas, las monedas de mercados emergentes como Brasil y Chile, se podrían apreciar a medida que sus términos de comercio (el valor de las exportaciones con respecto a las importaciones) avancen en dirección positiva.

Finalmente, todo pronóstico para 2017 ha de tener en cuenta a China, la estrella de los mercados emergentes. Según una nota de un estudio reciente de Goldman Sachs en que se comparan los pronósticos consensuados de 2016 con el desempeño económico real, China superó las expectativas (aunque moderadamente).

Una vez más, cabe decir que las expectativas de crecimiento de China para el año próximo no son particularmente optimistas. Pero si su economía mantiene la ligera aceleración que ha mostrado desde el verano, seguirá el alza de los valores chinos. Más aún, incluso si el crecimiento general de China no se acelera, la demanda de bienes y servicios de los consumidores chinos seguirá aumentando.

Sin duda, el ascenso del consumidor chino es la tendencia económica más importante del mundo en la actualidad, y los populistas occidentales que, como Trump, atacan el comercio harían bien en tenerla en cuenta. De hecho, no podría ser peor momento para reducir el comercio con China, dado que los mayores sectores exportadores de Occidente tienen ahora la oportunidad de aprovechar un enorme mercado nuevo.

De manera similar, sin duda habrá nuevas oportunidades adicionales de comercio e inversión en India, Indonesia, los países africanos y, quizás, Rusia. Considerando todo en su conjunto, el 2017 no será tan diferente a 2016: algunos mercados emergentes no ofrecerán muchas oportunidades de inversión, mientras que otros demostrarán ser muy lucrativos. Y, como en el caso de Brasil en 2016, puede que el desempeño económico general de algunos países no se refleje en el de sus mercados. El desafío será ver dónde ocurrirá así.

© Project Syndicate 2016

Mi respuesta a Jim O´Neill

– Que cada Santo aguante su vela (fin del mito del librecambio)

En la Introducción de mi Ensayo: "China – India – Rusia – Brasil – ¿Potencias económicas del siglo XXI? – ¿Banderas de conveniencia?- ¿BRICs – à – brac? (cosas baratas) – (Algunas dudas y ciertas percepciones…), publicado en octubre de 2006, decía:

¿Podrá China crear, en las próximas décadas, cientos de millones de puestos de trabajo so pena de una explosión social?

¿Podrá China instaurar una auténtica democracia de libre mercado?

¿Podrán las instituciones centrales del Estado controlar a los poderes provinciales, arbitrarios y opacos habitualmente, en áreas como los impuestos o la imposición de la ley?

¿La alianza de China con Estados Unidos se mantendrá, aunque con tensiones -no pocas veces retóricas- como viene haciendo desde hace ya bastante tiempo, convirtiéndose en una potencia mundial, gracias al desarrollo económico?

Tras un cuarto de siglo de apertura económica y ningún avance en democracia, ¿es posible pensar en una futura China donde sus ciudadanos puedan elegir a sus líderes?

¿El desarrollo llevará a las estructuras democráticas, más temprano que tarde?

¿Tendrá razón finalmente Deng, al sostener: "da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones?

¿Qué es China para Washington? ¿Socio comercial? ¿Aliado? ¿Enemigo potencial?

Confieso mi "incapacidad" para entender (en gran medida) y valorar (mucho más) el "nuevo paradigma económico".

Se va la industria en busca de costes bajos en la mano de obra y -supuestamente- viene capital extranjero para comprar inmuebles -por ejemplo-, abonando la idea -según dicen los que saben (?)- que el nuevo paradigma tiene sentido. La industria no es la única fuente de riqueza.

Parece claro que Asia es la gran fábrica del mundo. Los bienes industriales que viajan (el coste de enviarlos de un sitio a otro es bajo en relación al valor del producto) están produciéndose en países asiáticos y otros de bajo coste. Los países avanzados se han quedado con los productos que no viajan: el vidrio hueco, el cemento en zonas del interior, el procesado de chatarra, la alimentación de productos frescos…

Paradójicamente, este fenómeno de migración de la producción hacia países de mano de obra barata, que tanto miedo le da a Occidente (me incluyo entre los "miedosos"…), está siendo visto de forma creciente por los economistas y analistas estadounidenses como algo natural e incluso bueno (niego la mayor…), en contra de las voces que hablan de la desindustrialización del país. Esta escuela de pensamiento argumenta que las empresas americanas -y ya puestos, las occidentales en general- se sacan de encima la fabricación porque no es rentable, y la ceden a otros países en las que sí lo es, para centrarse en las partes del proceso en las que pueden añadir más valor, como es atender al cliente, escoger a los productores, comprar sus materias primas de forma eficiente por todo el mundo, prestar atención post venta, diseñar e innovar el producto, llevar la estrategia de marketing, financiar ortodoxamente los proyectos, etc.

Según ellos el alto margen que tiene Microsoft, empresa paradigmática en este sentido, no se debe a que ella fabrique los CD-roms, en los que mete su software, sino al cobro por todo lo intangible que hay en el producto: el software, las ideas, la forma de venderlo, la logística, el I+D, etc…

Los que abogan por la teoría de que la desindustrialización de Occidente no es mala, además argumentan que los países de mano de obra barata, que son buenos para producir, también son malos para invertir, por no tener la elevada seguridad jurídico-financiera de Occidente. Y es por eso que lo que ahorran los empresarios que tienen fábricas en los países del Tercer Mundo lo invierten en países occidentales. De esta forma, el flujo de pagos por bienes y servicios que sale de Occidente (el llamado déficit por cuenta corriente) se ve compensado por una entrada de capitales que buscan una inversión financiera relativamente estable.

Ello explica la carestía de los activos emblemáticos -inmuebles, arte, metales preciosos- y también los bajos tipos de interés occidentales, que seguirán ahí gracias a las fuertes inversiones del ahorro generado en el tercer mundo proveniente de los beneficios de su actividad manufacturera.

Todo esto lleva, dicen los "grandes bonetes", a rechazar uno de los principales miedos de los bolsistas (que es de lo que se trata), consistente en que el fuerte déficit por cuenta corriente de EEUU no es sostenible y su corrección conllevará a un progresivo enfriamiento de la demanda norteamericana, con la consecuente recesión en el resto del mundo. Los argumentos expuestos vienen a explicar que esta visión es errónea, y justifican que la bolsa mundial esté más bien sólida y los resultados empresariales sigan subiendo (obra del "nuevo paradigma": la industria no es la única fuente de riqueza).

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